Israel vs Irán: el mayor riesgo de la economía global
De la guerra limitada a la guerra total
En estos casi 2 años la tensión militar en Oriente Medio ha escalado notablemente desde el germen de esta nueva era de guerra y muerte que pusieron en marcha los atentados terroristas de Hamás —siervos de Irán— contra Israel el 7 de octubre de 2023.
Aquel acto vil contra población judía, la mayor matanza contra su etnia desde la Segunda Guerra Mundial, desencadenó una guerra total del Estado de Israel contra Gaza y condenó a sus habitantes al castigo severo que supone ser vencido por una fuerza superior. En el momento dediqué algunos comentarios en los que explicaba que el beneplácito para esa acción provenía de Irán y, naturalmente, también de Rusia. La guerra en Ucrania estaba siendo un tedio y la mirada de Occidente debía ser desviada hacia otro lugar; el mundo es un cruel tablero de ajedrez.
Por el camino han caído en desgracia todos los aliados de Irán y Rusia en la región. Para Irán la pérdida de su mayor aliado regional, Hezbolá, y en consecuencia del Líbano, significa décadas de involución en su estrategia de cerco a Israel. Rusia ha perdido el control de Siria y por extensión su posición en África, tras el derrocamiento de su aliado Bashar Al Assad a finales de 2024. Es cierto que Israel enfrenta una grave crisis económica y la carta de la opinión pública internacional no la ha ganado pero su posición en Oriente Medio está consolidada y sus enemigos ya no son capaces de enfrentársele de tú a tú.
La guerra que empezó Irán ha condenado a su régimen sino a la destrucción sí a la inhabilitación prolongada.
Sirva esto como introducción, ya que lo que nos interesa a nosotros no es el impacto político o militar que pueda tener sino el económico y financiero. En concreto, la pregunta adecuada es ¿Qué desarrollo podemos esperar a partir de ahora en la guerra y los mercados?
Irán es el séptimo mayor productor de petróleo del mundo y exporta unos 1,7 Mbpd. Debido a las sanciones occidentales más del 90% de ese petróleo va a refinerías privadas Chinas. Se conoce en el seno de la industria que ese crudo lo vende con un descuento de hasta 30$ por barril, lo que redunda en un gran beneficio comparativo para la economía china. También es el tercer mayor productor de gas natural, del exporta una pequeña cantidad, alrededor de 14,6 Bcm al año, por gasoducto. Carece de infraestructura relevante en GNL.
Sin embargo, exporta casi un 50% del petróleo que produce y este supone un 3,8% del comercio mundial de petróleo. China importa un 60% del petróleo que consume y un 20% de sus importaciones tienen origen en Irán. Dos de sus otros mayores proveedores son Arabia Saudita e Irak, que también están en la zona de Oriente Medio y cuyo principal vía de comercio de hidrocarburos es el estrecho de Ormuz.
Esto último es importante. Por el estrecho de Ormuz circula el 30% del comercio de hidrocarburos global ya que es la vía imprescindible para países petroleros tan conocidos como Kuwait, Emiratos árabes, Catar, Bahréin y los antes mencionados Arabia Saudita e Irak. Por supuesto, el petróleo iraní también transita por el estrecho. Este cuello de botella controlado por Irán y Omán genera para Irán una baza estratégica que puede usar en caso de necesidad, porque ¿qué pasaría con la economía mundial si dejará de fluir el 30% del petróleo y el 20% del gas?
Irán es consciente de esta opción y por ello no lo ha cerrado todavía, es la última baza. La acción desesperada, gritar allahu akbar y apretar el detonador.
Por el momento Irán e Israel están inmersos en una guerra de desgaste basada en la superioridad aérea israelí y la superioridad misilística iraní. Irán — para que nos entendamos— usa la versión low cost de una fuerza aérea poderosa, una que Israel sí puede pagar. En términos de efectividad y eficiencia de recursos es mejor la apuesta por una aviación avanzada pero Irán jamás ha podido costearla, así que decidió dar un uso más inteligente a sus escasos recursos.
Israel cuenta con varios sistemas de defensa antiaérea como la cúpula de hierro, la honda de David y el sistema Arrow. El empleo de cada uno depende del tipo de objeto que tengan que derribar. Naturalmente, los proyectiles antiaéreos no son ilimitados al igual que tampoco lo son los misiles y drones de Irán. Lo más probable a corto plazo es que ambos estén lanzándose ataques durante días/semanas hasta que uno esté obligado a darse por vencido o aparezcan nuevos actores en el conflicto. Israel ha ido bajando en su % de interceptación a medida que Irán lanzaba más proyectiles y aumentaba la sofisticación de los mismos; no lo tienen tan fácil los sistemas antiaéreos contra un misil hipersónico que contra un dron. No hay información precisa de qué y cuánto tiene cada uno y, por tanto, especular con un resultado está basado en prejuicios. Sin embargo, a tenor de los datos previos sobre el presupuesto e inversión en defensa, la economía, las alianzas y otros tantos factores que miden la capacidad de unas fuerzas armadas la conclusión lógica es que una guerra de desgaste la ganará Israel. El cual, en última instancia, sí dispone de armamento nuclear.
Israel lanzó un ataque preventivo contra Irán para desmantelar su programa nuclear. El que lo niegue, a pesar de la evidencia disponible, puede seguir leyendo y pensando que se trata de una ofensiva sionista inspirada por la lectura enloquecida del Talmud. No importan las razones en finanzas, sólo las consecuencias. Irán dispone de una gran cantidad de instalaciones para el desarrollo de la tecnología nuclear que Israel ha ido atacando —junto con lanzaderas de misiles, depósitos de munición, refinerías, bases militares y otras infraestructuras críticas— con el paso de los días usando una amplia gama de armas, desde drones hasta bombas antibúnker. Empero, existen instalaciones nucleares a las que su armamento no puede atacar con efectividad: Natanz y Fordow.
Natanz y Fordow son la cabecera del enriquecimiento de uranio del programa nuclear iraní y trabajan con miles de centrifugadoras. Esta maquinaria sirve para enriquecer el uranio y aumentar el porcentaje de isótopos de U235, el uranio que es fisionable y puede producir reacciones nucleares en cadena. Os dejo un vídeo sobre Yellow Cake que hice hará ya 3 años en el que explico de qué trata el universo nuclear:
Es un vídeo que os recomiendo y en el que, todo sea dicho, ya hablaba del riesgo de apagones por abusar de las energías renovables.
Volviendo al tema, en la naturaleza encontraréis U238 en abundancia pero sólo el 0,7% del uranio es U235. Para poder generar electricidad necesitas un 5% de U235 —disponible para su compra en mercados internacionales— mientras que para hacer una bomba nuclear hace falta un 90% de U235. Irán ha llegado al 60%, según los informes disponibles.
Israel ha lanzado varios ataques sobre esas instalaciones, incluyendo el uso de armas antibúnker (BLU-109), con un éxito limitado. Es tan honda y reforzada su construcción, singularmente en Fordow, que para destruir ambos centros haría falta un despliegue terrestre o el uso de bombas antibúnker GBU-57 lanzadas desde bombarderos estratégicos B-2 Spirit. Ni lo uno ni lo otro está en manos de Israel y, de hecho, la única fuerza aérea que posee tanto el avión como la bomba es la estadounidense.
Israel no concibe terminar la guerra hasta que destruya la capacidad nuclear iraní y para hacerlo debe contar con apoyo militar directo estadounidense o continuar con una guerra de desgaste que derive en un debilitamiento del régimen y una transición hacia “otra” forma de gobierno no antijudía ni antioccidental que decida anular el programa. He aquí el centro de la cuestión, ¿puede Israel atacar a Irán tanto como para provocar un cambio de régimen? Mi respuesta es que no. De modo que deberá contar con la ayuda de EE.UU. para bombardear los sitios clave y propiciar un cambio de régimen duradero.
EE.UU. ha movilizado sus bombarderos estratégicos y cuenta con decenas de bases militares en el área del Golfo Pérsico. La acción es posible a estas alturas y basta con una orden presidencial. Si Trump decide participar de los planes de Netanyahu podría ser el final del régimen de los Ayatolá e Irán —hipotéticamente— no tendrá más opción que minar el estrecho de Ormuz, impidiendo el tránsito y provocando una crisis económica global.
Goldman Sachs, siempre dispuesto a jugar con unas monedas apunta en sus informes que el petróleo subiría hasta los 90$ si la capacidad exportadora iraní se ve afectada. La Isla de Kharg es el punto neurálgico por donde pasa el 90% del petróleo persa y su destrucción o inutilización sería suficiente, aunque otros países como Arabia Saudita supuestamente tienen capacidad ociosa disponible para compensarlo —de ahí la utilidad para cerrar el grifo en Ormuz—. En caso de que se cerrara el estrecho de Ormuz, en respuesta a un ataque a la infraestructura petrolera iraní o a un ataque directo por parte de EE.UU. el precio del crudo y del gas subiría a un nivel insospechadamente alto. Los 200$ por barril, e incluso más, no son descartables.
Lo que digo puede sonar a risa pero pensad que en la crisis de 1973 donde las naciones árabes-musulmanas hicieron un embargo a los países occidentales que apoyaban a Israel sólo se redujo la oferta en un 5% durante unos meses y como era de esperar no todos los países árabes actuaron igual ni se controló del todo quién consumía qué petróleo… En este momento hablamos de un “embargo” de 1/3 aproximado de petróleo y también del gas natural. El precio del gas en Europa ya ha subido un 20% en la última semana y se podría llegar a niveles superiores a los vistos tras las sanciones a Rusia en 2022. En la crisis de 1973 el petróleo subió un 400%, de los 3$ a los 12$ y una vez resuelta la crisis ya nunca volvió a bajar a su nivel previo.
Significa dinamita para el sector energético, es lo más parecido a lanzar una bomba nuclear económica e Irán declararía la guerra al mundo árabe y Occidente. Tardarían poco en realizar una invasión terrestre. ¿La oportunidad que China espera para atacar Taiwán?
La cosa puede complicarse más si incorporamos a China en la ecuación, que podría suministrar armamento y sistema antiaéreos avanzados (como el HQ-9B) contra bombarderos estratégicos a Irán para proteger regiones clave y desincentivar la participación estadounidense. Perder un B-2 es un descosido de miles de millones de $ y no tendría reemplazo hasta 2030, con los B-21. China estaría interesada en evitar la caída de Teherán y más aún en evitar el cierre del estrecho de Ormuz por razones económicas. El país vive una situación de fragilidad puesto que su economía está hiperendeudada, con un consumo interno débil tras la crisis inmobiliaria, sufre el hostigamiento de EE.UU. y lo último que necesita es enfrentar una crisis estanflacionaria (aumento de costes/reducción de la demanda).
Para Trump quizá no sea tan mala jugada meter a EE.UU. en ese escenario. Se trata de un país productor de hidrocarburos con excedente de gas y que a partir de precios altos del barril —100$ o más— podría ser autosuficiente, el comercio de materias primas se denomina en dólares y provoca una subida del valor de la divisa. El aumento del valor de la divisa hace más barato importar bienes, exporta inflación al exterior al vender más dólares y hace más barata la refinanciación de su deuda al generar mayor llegada de capitales extranjeros. Europa sin recursos explotables sufriría de lo lindo y China “la fábrica del mundo” que importa un 80% de todas sus materias primas recibiría una crisis de sobreproducción y alta inflación de costes. De un plumazo suprimirían las economías europea y china. Ellos lo pasan mal pero los demás no ven un mañana. Sólo es un pensamiento al aire, porque es cierto que a nadie le interesan escenarios que no puede controlar ni cuyo desenlace sea claro —salvo que no haya leído el Arte de la Guerra—.
Es poco probable una escalada tan destructiva y es posible que un escenario donde las amenazas de Irán no son creíbles y recibe ataques masivos que debilitan el régimen y anulan su capacidad de producir uranio enriquecido pero no llega a cerrar el estrecho sea la situación que podemos esperar. Habría, por tanto, un impacto limitado pero real en los mercados energéticos y el punto de equilibrio en los precios cambiaría al alza a medio plazo.
En cualquier caso, ¿qué podemos hacer? Poca cosa salvo tener exposición al mercado de materias primas a través de empresas mineras o de hidrocarburos. Son las que se comportarán mejor en caso de shocks de oferta, a largo en crisis estanflacionarias lo hacen mejor que los metales preciosos como el oro o la plata. Estos últimos también cumplen bien su cometido. En mi caso, el 40% de mi cartera está en Core Natural Resources que es carbón térmico y metalúrgico (tesis aquí) y un 10% en Afentra, que es petróleo en África —Angola, en concreto—. Tengo otras posiciones en empresas saneadas (Claranova, Stran, Crescita…) o de tierras raras (American Resources) que también pueden capear con solvencia el temporal.
Hasta pronto,
Va de Baggers