Multitud de amistades e inversores que respeto poseen Bitcoin, pero a pesar de sus argumentos me cuesta ver su futuro. Me gusta lo que significa, quiero que conste en acta: un mundo financiero libre de bancos centrales y el latrocinio de los gobernantes. Sin embargo, no lo considero más que una utopía cuyo propósito inicial ha perdido vigencia para convertirse, ahora, en un burdo engaño para quienes tienen la ilusión de volverse ricos fácil y rápido.
¿Alguien puede creerse que personas aleatorias minando criptomonedas o tradeando con ellas van a ser las propietarias del “oro del futuro”? Y no sólo eso, sino que además quienes detentan el poder económico - y en consecuencia político- van a permitirlo sin más.
Quien crea eso no se diferencia (en esto) del ingenuo, narcisista e imberbe marginal, que sueña con hacerse rico jugando a traficante mientras se hace fotos en el espejo del gimnasio, se compra ropa cara y presume de hombre hecho a sí mismo. Lo más probable es que si se mete demasiado en el papel del personaje que se ha inventado lo acabe perdiendo todo.
No existe el dinero fácil.
Hemos observado que en los últimos meses el precio del BTC respecto al dólar ha subido sin pausas relevantes. No obstante, los volúmenes en la transacción de criptomonedas y BTC (como puede observarse en los gráficos) están muy lejos de sus máximos históricos. Lo cierto es que a pesar de las subidas y el FOMO que puedan despertar su base es estrecha. Es dudoso afirmar que Bitcoin está hoy mejor que en 2021. Lo que sucede es que los grandes tenedores necesitan encontrar contrapartida para liquidar sus posiciones sin hundir el precio, de ahí que aparezcan instrumentos como los ETF antes del halving e inflar la cotización. Así se logra acercar a los minoristas permitiendo una transferencia de riqueza hacia quienes desharán sus posiciones.
La realidad cristalina es que los bancos centrales están interesados en promocionar sus propias monedas digitales centralizadas y los gobiernos no quieren permitir que parte de la riqueza pueda escapar al fisco. El Estado no está interesado en permitir que haya un medio de pago alternativo a las monedas fiat, la lógica del Estado es el control y todo lo que escape a este será eliminado. No importa cuan bueno sea.
El único argumento que queda para defenderlo es el clásico “el gobierno no puede prohibir el Bitcoin”. Y, bien, lo cierto es que los gobiernos han hecho cosas más difíciles y extremas. La gente suele infravalorar el poder coercitivo del Estado, sobre todo porque vivimos en países con un régimen de libertades amplio y la propiedad privada suele respetarse.
Un ejemplo impactante de la fuerza represiva del gobierno es la Orden Ejecutiva 6102 firmada por Roosevelt en 1933 que obligó a los ciudadanos estadounidenses a entregar su oro a la Reserva Federal; la pena por no cumplir con ello llegaba a los 10 años de prisión. Aún así, esto no es nada comparado con todo lo que han hecho los poderosos amparados por la maquinaria estatal a lo largo de los últimos siglos.
Haciendo un paralelismo, imagina que en el futuro la Unión Europea y Estados Unidos -se copian- deciden prohibir todas las transacciones y el acceso a los exchanges bajo penas de prisión. ¿Acaso cree alguien que el Bitcoin, o cualquier otra criptomoneda no estatal, sobreviviría a eso?
Poco más a decir. En mi opinión, los grandes tenedores aprovecharán esta subida para deshacerse de todo lo que puedan y sólo aquellos que crean que existe un mundo donde el individuo es libre y puede estar al margen del gobierno se quedarán invertidos. En esta última opción es posible incorporar unicornios a la ecuación y frases como “y la paz en el mundo”.
Bitcoin no es la burbuja, en sí, la inflación en el precio de los activos financieros e inmobiliarios es enorme desde la salida de la crisis de 2008. Si miras cualquier activo podrás constatar un patrón común.
Hasta pronto,
Va de Baggers