Las crisis son inevitables. Por eso, siempre que preveamos una en el futuro vamos a tener razón. Una obviedad que todo agorero conoce y aprovecha. Lo difícil es acertar el momento, el porqué y cuál será su magnitud en términos de depresión económica, financiera y social.
Si habéis leído mis publicaciones anteriores sobre la situación económica general ya sabéis que soy de la opinión de que la deuda, principalmente en manos privadas, provocará un colapso tan absurdo como enorme que afectará a la economía global y, en particular, a China y Europa, devolviendo a Estados Unidos una posición de hegemonía.
Sobre esto último os remito a mis anteriores notas. Aún así, para aquellos a los que os llame la atención una perspectiva más “marxista”, la propia confección de una serie de manifestaciones sociales decadentes anticipa, o convive, con una economía que los acompaña. Tomando como ejemplo a Europa. Si debemos la posición privilegiada del continente a que sus gentes, durante siglos, han mantenido una perspectiva cultural favorable al imperialismo, extractor de rentas y recursos a terceros países, y su riqueza actual proviene, por tanto, de una posición hegemónica en el mundo es la negación de esa realidad y el abandono de ese objetivo la que conduce directamente a su colapso.
No es que Europa no haya descubierto otra forma de ser rica sino que la única manera de serlo es consolidar un reparto desigual de recursos que te resulte favorable en un contexto donde son finitos.
¿Os imagináis que Arabia Saudita renunciara a extraer petróleo? Naturalmente, se empobrecería rápidamente. Del mismo modo le ha sucedido a Europa, al entregar su influencia a los Estados Unidos y, en consecuencia, renunciar al reparto preferente de los recursos.
Basta pensar que la deuda global es de un 350% sobre el PIB y que la inmensa mayoría está orientada a cubrir gastos no productivos, es decir, carece de retorno económico y únicamente deriva en un mayor detrimento de la riqueza futura. Recordad que el endeudamiento constituye una obligación sobre próximas rentas e implica, si esta deuda no se invierte productivamente, un empobrecimiento para el deudor.
Una economía nacional no es tan diferente de la de una familia: si un hogar promedio decide pedir un préstamo para financiar unas vacaciones durante 2 o 3 semanas en Las Maldivas es probable que tarde varios años en pagar ese préstamo, no pueda irse de vacaciones en un futuro próximo y su economía sufra a tenor de un nuevo compromiso de pago. Además, si a esto se le suma un suceso no previsto que reduzca los ingresos es posible que entren en impago frente a sus acreedores; lo que supondrá un nuevo problema.
En cambio, si esa misma familia busca financiación para iniciar/adquirir un negocio y consiguen hacerlo rentable no sólo lograrán hacer frente al pago de la deuda sino que incluso incrementarán sus ingresos maximizando su bienestar en relación a su situación pasada.
Como podéis observar en el gráfico sobre la evolución de la deuda, las economías nacionales circulan en una vía terminal a toda velocidad. La deuda ha crecido desde los años 80 como si las empresas, hogares y gobiernos estuviesen dirigidas por seguidores de Jackass. No hay ningún tipo de control y los bajos tipos de interés en la última década han acelerado el proceso.
He aquí, la causa.
Sobre la magnitud, es difícil precisarla pero por el nivel de endeudamiento sólo a la altura de la SGM, los innumerables conflictos armados en Europa, África, el Cáucaso y Oriente Medio, la polarización, la relocalización empresarial fuera de China y la presumible inflación durante los próximos años… presumo que superará con creces lo vivido en 2007-2009.
He aquí, la magnitud.
El cuándo confieso que no sabría precisarlo y aunque los gobiernos pueden ser determinantes los distintos bancos centrales se han visto obligados a implementar políticas monetarias menos expansivas y caminar hacia la represión financiera para drenar toda la liquidez inyectada después de años de crecientes déficits públicos y el endeudamiento crónico en el sector privado.
Históricamente es, tras 12-15 meses, una vez ha finalizada la subida de tipos que las economías entran en recesión. No obstante, los vencimientos de deuda corporativa pueden indicarnos que las renovaciones de deuda serán un lastre en las cuentas futuras de muchas compañías: deuda que estaba concedida en un entorno de tipos al 0% se enfrenta ahora a niveles superiores al 5%, lo que supone multiplicar sus gastos financieros.
Si es que pueden obtener financiación, ya que es posible que muchos negocios ya estén sufriendo en su cuenta de resultados la caída del consumo discrecional y las entidades financieras no quieran otorgarles nuevos créditos.
Así, 2024, 2025… quién sabe. Recordad que hace 3 años ya debería haber quebrado la economía.
Hasta pronto,
Va de Baggers